Hace unos días escribí que una de mis libros preferidos son “la Saga de Geralt de Rivia” de Sapkowski que se divide en 7 tomos, pero el último, los traductores me lo han dividido en dos partes: La dama del Lago vol. 1 y 2. Aunque con gran acierto tengo que decir, la historia no acusa para nada esta división, incluso… incluso la pide.
Ahí acaba todo. Es el gran final.
La última batalla entre “los negros” y los norteños; el destino de Geralt y Ciri en el castillo de Stygga; de Cahir, Remis, Milva, Yennefer, Jaskier y decenas de personajes que se han ido labrando a lo largo de las páginas. Llevo siguiendo el destino de Ciri desde los 13 años y no hará ni una semana detuve mi mirada en una estantería de la casa del libro. No podía creérmelo.
El final de un largo camino.
Ya en mi casa me daba hasta miedo abrirlo, porque, cuando lo cierre y levante la mirada, se habrá acabado. No habrán más aventuras del brujo. Un escalofrío me recorrerá la espalda y, por muy bueno que sea el final, me sabrá a poco. Tengo miedo tres simples letras: FIN.
En el mismo final había una llamita pequeña y tan débil que apenas ardía, apenas se movía, ora brillando con gran esfuerzo, ora casi, casi apagándose del todo.
– ¿De quién es ese fueguecillo moribundo? – preguntó el brujo.
– Tuyo – respondió la muerte